“En mi corazón yo sentía que algo malo le había pasado, pero no quería creerlo”, contó después la mamá de Sofía, Noemí Ampudia, sobre aquellas primeras horas en que todo era incertidumbre. Ese día su hija había vuelto de hacer gimnasia en el colegio y como la vio amamantando a su hermanita, una beba de siete meses, la adolescente decidió salir sola a vender el pan preparado por su madre para ayudar a la economía familiar.

Noemí no sabía en ese momento quién era el vecino que vivía a tan solo una cuadra y media de su casa. Demasiado tarde la ciudad de General Pico se enteró que Janssen tenía antecedentes penales por abuso sexual y que cumplía arresto domiciliario junto a su nueva pareja y la hija de la mujer.

Aquella tarde de invierno el femicida era solo un vecino más que había salido a sentarse en la vereda de su casa y cuando vio pasar a Sofía con su canasta de pan casero, la engañó para que se acercara y desató después sobre ella toda su perversión. Los investigadores tardaron dos meses en encontrarla. No obstante, el informe forense determinó que había sido asesinada el mismo día que fue secuestrada.

Dos meses pasaron desde aquel 31 de agosto hace nueve años, el día que vieron viva a Sofía por última vez, hasta que encontraron su cuerpo enterrado debajo de una parrilla en la casa de un vecino, Janssen, que vivía a menos de 200 metros de la suya. La autopsia reveló después que había sido golpeada, abusada sexualmente y estrangulada. Entonces fue cuando se abrió una larga y tortuosa odisea en busca de justicia.

Tras su detención, Janssen ofreció ante el fiscal Maximiliano Boga Doyhenard una versión espantosamente detallada de lo que había hecho. “Tomé pastillas y me drogué. Estaba angustiado por el suicidio de mi hermanastro”, sostuvo en la indagatoria, donde tuvo especial cuidado en aclarar que ese día se encontraba de muy mal ánimo.

Pero entonces vio pasar a Sofía y la llamó prácticamente sin pensarlo. Janssen le dijo que quería comprarle pan como excusa para llevarla a su casa y, cuando estuvieron en la puerta, se hizo el descompuesto y la víctima cayó en la trampa. El asesino confesó que violó a Sofía y que después de ahorcarla con sus manos, la estranguló con un lazo que encontró en la cama.

Para deshacerse de las evidencias, dijo, enterró dos veces el cuerpo vestido de la víctima y más tarde tiró encima cajones de madera, armó un corral y después puso un gallinero. El canasto que usaba la nena para llevar sus panes lo dejó debajo de la cama y las zapatillas grises de Sofía estuvieron “olvidadas” un mes y medio en la parrilla del patio hasta que las tiró la basura.

Además de antecedentes por abuso sexual, Janssen contaba en su historial criminal con causas por privación ilegítima de la libertad y uso de arma. Pero solo pasó seis meses preso.

Janssen fue condenado a prisión perpetua por el femicidio de Sofía pero a pesar de esto entre 2018 y 2020 varias denuncias advirtieron que el femicida seguía intercambiando mensajes con adolescentes a través de las redes sociales, donde llegó a tener hasta cuatro perfiles distintos.

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